Por qué es necesario bajar la edad de imputabilidad penal a los 13 años, sentenciaba en su titular el diario Infobae en el día de ayer. Y qué hacemos con los que son aun más chicos, refutaba La Nación en el día de hoy.
📢 El ‘debate’ vuelve a ponerse en la agenda mediática luego del crimen de un ciudadano armenio en la Ciudad de Buenos Aires a manos de un chico de 15 años que quiso robarle la bicicleta.
Juntos por el Cambio volvió a plantear bajar la edad de imputabilidad, aunque los delitos cometidos por jóvenes de esas edades son particularmente ínfimos, por parte del oficialismo las voces son diversas.
Por Germán Isla
Dentro de los derechos humanos se encuentran los derechos de los niños, niñas y adolescentes, ya que como toda persona son sujetos de derechos, los que deben ser garantizados con prioridad por el Estado, pero también acompañados por una sociedad participativa y comprometida. Sociedad que aún no ha podido dejar de mirarse el ombligo, borrando de su memoria el hecho de también ser responsable de la negligencia política de la que se queja, habiendo acompañado un sistema de exclusión allá por los años noventa y cuyas consecuencias se observan desde años atrás, y en el pasado reciente, las cuales repercutirán en breve inexorablemente.
Una de esas consecuencias ha sido, y es, la participación de menores de edad (niños desde el punto de vista jurídico y físico) en la consumación o tentativa de delitos, instalando en el inconsciente colectivo y en la opinión pública la visión, a pesar de un bajo porcentaje en las estadísticas, de “una niñez y juventud delincuente”, proponiendo como solución mágica la represión mediante el aumento de penas, violación de garantías individuales y toda la parafernalia argumental de la baja de la imputabilidad, que vuelve a ser objeto en las últimas horas de editoriales periodísticas una vez más, olvidándose como siempre que al momento de la vulneración de sus derechos han sido víctimas de una u otra manera, tanto de los adultos como del Estado.
Cuando un menor de edad llega al punto de delinquir, muchos estamentos de este último han fallado, debiendo, a mi entender, más de un actor social revisar su vocación o prioridades.
Ahora bien, ¿y sus causas?, ¿y nuestra responsabilidad total sobre ellas? ¿Realmente se piensa que se va a lograr una posible solución sin atacar las razones de fondo?
Cuando se comprenda que una persona queda limitada a lo que ha conocido y ha experimentado en sus primeros años de vida, a su entorno de crianza y a la importancia o no que le haya brindado el colectivo social, se entenderá que la igualdad en el acceso real de oportunidades, a los derechos garantizados constitucionalmente, será lo único que haga posible una verdadera inclusión a la sociedad, inclusión que indefectiblemente deberá contar con la asignación y el uso de recursos en el contexto de políticas públicas, invirtiendo sostenidamente en la infancia, constituyendo así la mejor apuesta para la prevención de males sociales que resultan más costosos de combatir a mediano y largo plazo.
Asimismo, tales esfuerzos deben plasmar condiciones que garanticen el desarrollo de los niños/as y adolescentes, como por ejemplo el juego y el uso constructivo del tiempo libre, siendo un factor social que colabora con un proceso formativo positivo con sus pares y el mundo adulto, promoviendo el derecho a la participación de niños, niñas y adolescentes como una situación de democratización que permita la formación de ciudadanos plenos.
En definitiva, invertir en la infancia y adolescencia es estratégico y permite romper ciclos intergeneracionales de exclusión y de dinámicas sociales de desigualdad.
A todo nivel, incluso local, la falta de decisiones políticas (o con cierta incapacidad y/o intencionalidad, siendo ambas preocupantes) ha llevado a generar y mantener una niñez abandonada y excluida por el sistema, y una juventud que descree en la dirigencia política rehusando participar, salvo excepciones que corrieron con otra suerte, en los procesos de transformación que se necesitan para lograr equidad, justicia, seguridad social, cultura, educación, salud y trabajo digno. Quizás estén cansados de “perder” y de promesas.
Será una tarea titánica, a veces se batallará contra molinos de viento, con frutos que son a largo plazo, cuestión a lo que tampoco estamos acostumbrados, pero de lo que sí debemos estar seguros, es que jamás se podrá conseguir sólo con la aplicación fría y desprovista de caras, nombres e historias del Código y del Derecho Penal, el que además, siempre llega tarde.
Hay que hacerse cargo de las consecuencias como sociedad democrática y adulta. No nos dejemos llevar por un falso debate. Hemos fallado y continuamos siendo indiferentes. Triste es ver a nuestros jóvenes procesados y no abanderados, proponiendo una vez más, como método y solución a este flagelo, el depósito institucional humano sin una real resocialización y cambios de realidades y contextos.
El desafío de lograr la equidad implica asumir responsabilidades ciudadanas, y exigir que allí donde los vacíos sociales y las variables de mercado dejan por fuera a cientos de niños, niñas y adolescentes, el Estado esté presente. Ese es nuestro desafío.